La resistencia antimicrobiana avanza en más países y el coronavirus incrementa el riesgo
Un nuevo informe de la OMS alerta sobre la magnitud de la farmacorresistencia y también sobre el riesgo de que la pandemia agrave la situación.
Mientras el coronavirus tiene en vilo al mundo, un nuevo informe de la Organización Mundial de la Salud advierte sobre el agravamiento de otro problema de alcance planetario: la resistencia antimicrobiana.
La OMS difundió el informe 2019 del Sistema Mundial de Vigilancia de la Resistencia y el Uso de los Antibióticos (GLASS). Este sistema, creado hace tres años, tiene por objetivo hacer un seguimiento exhaustivo de la situación en cada país, para analizar los puntos críticos y establecer estrategias. El organismo de Naciones Unidas celebró que en solo un año se haya triplicado la cantidad de países que se enroló: de 22 en 2018 a 66 el año pasado. El sistema ya cuenta con información de más de dos millones de pacientes reclutados en 64.000 sitios de vigilancia. Argentina es uno de los únicos tres países de Sudamérica alistados en el GLASS, junto con Brasil y Perú.
Pese a este avance en el monitoreo de resistencia a los antimicrobianos, no sólo por la cantidad de información suministrada sino por la posibilidad de centralizarla, los resultados obtenidos en este informe son negativos porque se reportaron tasas preocupantes en un número sin precedentes de países.
“Conforme hemos recopilado más datos científicos, nos hemos percatado con mayor claridad y con creciente preocupación de la velocidad a la que antibióticos fundamentales están dejando de ser eficaces en todo el mundo”, señaló Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS.
El informe dio un ejemplo paradigmático: el de la ciprofloxacina, un antibiótico comúnmente utilizado para tratar infecciones urinarias, que mostró tasas de resistencia que oscilan entre el 8,4% y el 92,9% según el país.
El riesgo del coronavirus
La resistencia de los agentes patógenos a los medicamentos que los combaten es un mecanismo natural. Pero en las últimas décadas la farmacorresistencia se aceleró velozmente, y la principal causa es justamente el mal uso de los antibióticos, aunque este problema también alcanza a antivirales, antiparasitarios y fungicidas.
Es muy complejo porque pese a que la industria farmacéutica está permanentemente investigando en el desarrollo de nuevos fármacos, el lanzamiento al mercado es un proceso que lleva varios años. Y, además, porque si no se le pone freno, los nuevos antibióticos también serían al tiempo ineficaces.
En el contexto de la pandemia de coronavirus, la resistencia antimicrobiana adquiere una nueva dimensión, ya que la OMS teme que un mal uso de estos fármacos agrave aún más el problema. En este sentido, desaconsejó la administración de tratamiento y profilaxis antibiótica a pacientes leves o a aquellos con Covid-19 moderada, salvo que existan indicaciones clínicas porque, remarcó, que la evidencia muestra que sólo un pequeño porcentaje de infectados necesita antibióticos para tratar infecciones bacterianas posteriores.
Es imprescindible la responsabilidad de todos los actores para atacar la farmacorresistencia. Desde los gobiernos, deben desarrollarse políticas públicas para mejorar la prevención y la vigilancia de las infecciones. Los centros médicos tienen que implementar a la vez programas de control de infecciones hospitalarias y monitorear las prácticas de sus agentes sanitarios, quienes a la vez deben prescribir y utilizar antibióticos sólo cuando sean necesarios.
Los pacientes, en tanto, no deben autoprescribirse y es preciso que cumplan en tiempo y forma con los esquemas de tratamiento indicados por el médico. Prevenir las infecciones con medidas de higiene y el calendario de vacunación al día es también parte de las acciones individuales que contribuyen a mitigar este problema global.
Fuentes:
Organización Mundial de la Salud
Toda esta información tiene por objetivo contribuir a la concientización y al conocimiento por parte de la comunidad sobre diversos temas vinculados al cuidado de su salud. Sin embargo, bajo ningún punto de vista intenta reemplazar el diálogo médico-paciente, que es uno de los espacios más valiosos para conocer en profundidad sobre éste y muchos otros temas, preservar la salud como estado de bienestar general, prevenir el desarrollo de enfermedades, acceder al adecuado diagnóstico de determinados cuadros e iniciar el tratamiento que el profesional de la salud sugiera y consensue con el paciente.