Vacunas Covid-19: diferencia entre eficacia y efectividad

Icon Fecha 22 marzo, 2021
Vacunas contra el Covid 19 cual es la diferencia entre eficacia y efectividad 2

Las vacunas aprobadas contra el Covid-19 han anunciado que son entre un 66% y 95% efectivas contra la infección del nuevo coronavirus, SARS-CoV-2 y, de ese modo, han superado los porcentajes esperados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en términos de efectividad, situados entre un 30% y 50%.

Las noticias hablan de dos conceptos: eficacia y efectividad y los expertos sostienen que es crucial no confundirlos porque si bien están relacionados, no son lo mismo

¿Qué significan entonces exactamente? ¿Qué porcentaje funciona para frenar los contagios? ¿Y qué efectividad tienen otras vacunas como, por ejemplo, la de la gripe?

Los infectólogos explican que la eficacia de una vacuna es el porcentaje de reducción de la incidencia de una enfermedad en personas que fueron vacunadas con respecto a la población del grupo de control (el que no fue vacunado). Y la efectividad es, en realidad, la capacidad que tiene la vacuna de proteger contra la enfermedad cuando ya está en el mercado. 

En resumen: la eficacia es el desempeño de un tratamiento en circunstancias ideales y controladas, es decir es una medición realizada durante un ensayo clínico, que no es el reflejo perfecto de la población general; y la efectividad es el desempeño en condiciones del mundo real, donde las personas podrían, por ejemplo, tener una o más afecciones de su salud, estar distribuidas en un rango de edad más amplio, recibir medicaciones que actúan sobre el sistema inmune, que podrían interferir con la protección de la vacuna.

El cálculo de la eficacía

Para entender el cálculo de la eficacia, tomemos como ejemplo alguna investigación que durante el proceso de desarrollo de las vacunas anti Covid-19, anunció una eficacia de 95% en su fórmula, de acuerdo con los resultados finales completos de su ensayo clínico de fase 3 a gran escala. 

¿Se puede suponer entonces que 95 de cada 100 personas vacunadas estarán protegidas del Covid-19? La respuesta no es tan simple. En realidad, no es el objetivo para el cual se realizan los ensayos clínicos de eficacia. El desempeño exacto de las vacunas en el mundo real dependerá de muchos factores de los que aún no hay respuestas, por ejemplo, si las personas vacunadas pueden contraer infecciones asintomáticas o cuántas personas finalmente se vacunarán.

La lógica fundamental detrás de los ensayos actuales de vacunas fue establecida por principios matemáticos y estadísticos hace más de un siglo durante las inoculaciones de enfermedades como la fiebre tifoidea y el cólera. Los investigadores vacunan a varias personas y les dan un placebo a otras; luego esperan a que los participantes se enfermen y observan la cantidad de enfermos en cada grupo.

Siguiendo con el ejemplo, uno de los ensayos clínicos para una vacuna anticovid reclutó a 43.661 voluntarios y registró 170 personas que presentaron síntomas de Covid-19 y luego confirmaron la infección mediante una prueba positiva. De esos 170, 162 habían recibido una inyección de placebo y solo a 8 se les había puesto la vacuna real.

Con estos números, los investigadores calcularon la fracción de voluntarios de cada grupo que se enfermó. Ambas fracciones eran pequeñas, pero la fracción de voluntarios no vacunados enfermos fue mucho mayor que la fracción de los vacunados enfermos. 

Posteriormente, los científicos determinaron la diferencia relativa entre esas dos fracciones. Esa diferencia se expresa con un valor que los científicos llaman eficacia. Si no hay ninguna diferencia entre los grupos de vacuna y placebo, la eficacia es 0. Si ninguna de las personas enfermas es del grupo de los vacunados, la eficacia es del 100%.

La FDA ha declarado que consideraría aceptable cualquier vacuna que logre una protección igual o superior al 50%. Una eficacia del 90% es, sin duda, una prueba convincente de que la vacuna funciona bien. Sin embargo, ese porcentaje no responde en su totalidad cuáles son las probabilidades que las personas tienen de enfermarse si se vacunan y tampoco cuánto se reducirían las infecciones de Covid-19 en un país.

El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos tiene un largo historial de monitoreo acerca de la efectividad de las vacunas. La agencia oficial comunicó sus planes para estudiar la efectividad de las vacunas contra el coronavirus, luego de la aprobación para uso de emergencia que hizo la  Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés). 

Realizará evaluaciones adicionales para asegurar que las vacunas protegen a las personas de contraer la enfermedad en condiciones reales, fuera del estricto entorno de los ensayos clínicos. Para eso hará un seguimiento de diversos grupos de personas, como personal de atención médica, trabajadores esenciales, adultos mayores, aquellos que viven en hogares de ancianos, personas con afecciones subyacentes, grupos de minorías raciales y étnicas, y pueblos originarios.

Asintómaticos, rebaño y otros conceptos

Los fabricantes de vacunas han diseñado sus estudios para valorar la protección frente al riesgo de enfermar por el virus SarsCov2, es decir, desarrollar sintomatología. Sin embargo, existe evidencia de que muchas personas -un porcentaje todavía ignorado- son asintomáticas y no se contabilizan como contagiadas, lo que ya reduciría la medición de eficacia y, lógicamente, la de la efectividad de la vacuna. 

El problema es que estas personas asintomáticas pueden ser transmisoras y afectar a otras que sí podrían desarrollar la enfermedad en forma grave. Por eso, la vacunación no excluye que, durante un tiempo aún no establecido, haya que seguir adoptando medidas de protección: distanciamiento social, medidas higiénicas y uso de tapabocas, fundamentalmente.

Las vacunas no solo protegen a quienes las reciben, sino a toda la comunidad. Mediante la vacunación de una población, la propagación de la infección se ralentiza y la pandemia inicia la deriva hacia su desaparición o su permanencia crónica a niveles residuales. Esto sucede antes, incluso, de que se logre la denominada inmunidad de rebaño: aunque no todas las personas reciban la vacuna, si se llega a porcentajes considerables, se reduce de manera significativa la propagación del patógeno. El porcentaje de personas que deben ser inmunes para conseguir la inmunidad colectiva varía en cada caso. Por ejemplo, para lograr la inmunidad colectiva contra el sarampión es necesario vacunar aproximadamente al 95 % de una población. El otro 5 % estará protegido porque el sarampión no se propagará entre las personas vacunadas. En el caso de la poliomielitis, el umbral es aproximadamente del 80 %. Se desconoce la proporción de la población a la que se le debe aplicar la vacuna contra la COVID-19 para comenzar a observar inmunidad colectiva. Determinar esa proporción es un tema de investigación fundamental y es posible que se llegue a distintas conclusiones en función de la comunidad objeto de estudio, la vacuna que se haya utilizado, los grupos demográficos a los que la vacuna se les haya administrado con carácter prioritario y otros factores. 

Un claro ejemplo de esta situación fue la que condujo a la desaparición de la viruela durante la década de 1970, enfermedad que la Organización Mundial de la Salud consideró erradicada en 1980. Por eso, el éxito de una vacuna no solo depende de su eficacia, es decir, del elevado grado de protección que ofrezca, sino de su efectividad: el desempeño en una población determinada, bajo esquemas de vacunación específicos y sus características particulares.

 

VACUNAS 1

Para poder comprender si, por ejemplo, los valores por encima del 90% de eficacia son adecuados, los expertos señalan que es fundamental chequearlo a la luz de lo que ocurre con otras vacunas. Un ejemplo son las vacunas que componen el calendario obligatorio en Argentina: la mayoría está entre el 80, el 90 y hasta el 97%. 

La vacuna para prevenir el sarampión, las paperas y la rubéola proporciona, en dos dosis, un 97% de eficacia. La de la varicela consiguió ser un 82% eficaz con una dosis y 98% con dos dosis completas. Y la que busca evitar el contagio de la hepatitis A tiene una efectividad superior al 95%, de administrarse también dos dosis en niños o adultos. 

En el caso de la gripe, tiene entre un 40 y 60% de eficacia y por ser una enfermedad estacional, las características de la misma cambian año a año. Por eso la vacunación se repite. Del mismo modo, la efectividad se modificará según las variantes en circulación, la cobertura de población alcanzada por la vacunación y la distribución de esa cobertura El impacto de la vacunación para la gripe no solo se considera en cuántos casos de neumonía se evitan, sino en disminución de hospitalizaciones, casos graves, muertes y utilización de recursos de salud.

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Fuentes:

Fuentes: Organización Mundial de la Salud (OMS); Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés); Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés); Pfizer.